Esteban Ibarra

Movimiento contra la Intolerancia, por los Derechos Humanos

“Se permiten actitudes racistas en los estadios por no castigar a los clubes”

Ctxt.es.- Cuesta encontrar algún fin de semana en el que no se produzcan episodios de racismo o intolerancia en las gradas de los campos de fútbol, ya sea en las categorías de primer nivel o en las más modestas. Una situación que se repite en el tiempo porque nadie parece tener voluntad de aplicar las medidas necesarias para cortarla de raíz. Es cierto que desde 2007 existe una Ley para regular actuaciones de prevención y castigos en este ámbito, pero se está mostrando ineficaz tanto como elemento disuasivo como en el aspecto sancionador, quizá por su escasa o mala utilización. La diferencia de actuación en casos como los de Zozulya, cuando se paró el encuentro tras gritarle la grada de Vallecas “puto nazi” al jugador ucraniano del Albacete, y en el del futbolista del Athletic Club, Iñaki Williams, que por ser negro tuvo que soportar gritos imitando a los de los monos en el campo del Espanyol sin que se detuviera el encuentro, solo sirven para crear polémica y demostrar que los protocolos actuales no son suficientes.

Una de las personas que asesoró en la elaboración de la Ley contra la violencia, el racismo, la xenofobia y la intolerancia en el deporte fue el presidente de la ONG ‘Movimiento contra la Intolerancia’, Esteban Ibarra. En CTXT hemos hablado con él para que valore la situación actual respecto a estos hechos en el fútbol y como se puede mejorar.

Llevamos arrastrando el problema del racismo y la intolerancia en el fútbol mucho tiempo. Parece que las medidas vigentes no funcionan. ¿Preocupado?

Es un problema antiguo que en España brotó en los 90. Luego hubo episodios que conmocionaron al país, como los que sufrieron Eto’o y N’Kono, de carácter xenófobo y racista. Eso dio lugar a la elaboración de la Ley de 2007. Cuando se aplicó, hubo un retroceso de este tipo de conductas, pero ahora se está teniendo una posición bastante laxa y no se está aplicando con rigor. Y cuando eso sucede se abre la puerta a conductas que se benefician de cierta impunidad.

¿Tiene la sensación de que en el fútbol suceden más casos de racismo e intolerancia que en otros ámbitos o simplemente se les da más resonancia?

No hay más casos, pero si tienen más resonancia, sobre todo los que ocurren en Primera. Nosotros tenemos conocimiento de sucesos en otras categorías, incluso en edades infantiles y juveniles. Por ejemplo, hacia árbitros y árbitras, que se ceban con ellos, provocando que abandonen la actividad deportiva, pero eso no sale en los medios. Se conoce lo de las grandes figuras y lo de primera división. Es cierto que es un comportamiento que se retroalimenta de lo que pasa en la sociedad. Las conductas racistas y xenófobas existen en la calle y se proyectan en los campos de fútbol, que tienen una caja de resonancia enorme porque se dan cita decenas de miles de personas. Eso a su vez se lleva a las casas y a los ámbitos sociales. Estamos en un feedback continuo, que se realimenta y que hay que cortar. Por eso es tan importante que dirigentes políticos, federativos y de clubes se lo tomen con la debida seriedad, que es lo que nosotros reprochamos. Esto está pasando porque no se aplica con rigor la ley.

¿Qué importancia le da al acto de apoyo a Williams en el campo del Tenerife después de lo que sufrió en Cornellá?

Es muy importante y recomendamos que se den. En la época en la que estaba en el Observatorio contra la violencia, la intolerancia y el racismo, compartíamos espacio con la asociación Aficiones Unidas, que promovía este tipo de respuestas para alimentar la hermandad entre los seguidores, el no ir al conflicto ni a la violencia y, al mismo tiempo, promover gestos de fraternidad, de solidaridad con los jugadores, que son víctimas de la intolerancia. No sólo por el tema racista, sino por tener otro tipo de orientación sexual o por tener algún rasgo diferencial. Las personas que cometen estos actos son minorías, pero arrastran. Porque la capacidad de arrastre en un espacio donde hay sentimiento, emociones e identidad con unos colores es francamente peligrosa. El deporte es humanismo, es la alternativa a las guerras. Históricamente, los conflictos se paraban cuando llegaban los Juegos Olímpicos. Ese humanismo es el que hay que reflejar, por eso, actos como el de Tenerife están francamente bien. Lo que hay que hacer, utilizando términos futbolísticos, es achicar el espacio a los intolerantes.

La gente se pregunta por qué en Vallecas se paró un partido por llamarle nazi a un jugador y no se hizo lo mismo cuando Williams sufrió un ataque racista. ¿Se es más tolerante con unos casos que con otros o fallan los protocolos?

Esto depende de la decisión del árbitro. El de Vallecas obró ajustado al derecho y el de Cornellá hizo una interpretación que él considera que está amparada en la ley en base a que no percibió nada. Es un problema de aplicación de medios. Los árbitros no pueden estar pendientes de lo que ocurre en el campo y de lo que sucede en la grada. El cuarto árbitro tendría que tener capacidad para darle la información precisa y en base a la ley aplicar las medidas correspondientes, como puede ser la suspensión de un partido. Yo, personalmente, hubiera suspendido el partido donde atacaron a Williams. Cuando hace años insultaron a Eto’o en Zaragoza no existía la ley y no se pudo aplicar. En aquel momento había dos situaciones que preocupaban mucho: las ofensas a los jugadores y personal deportivo y la violencia de los grupos ultra. A todo esto respondió la ley, que es un instrumento eficaz. Pero si no se aplica a fondo, entonces vendrán más casos como el de Williams.

La sensación es que se habla mucho, pero se actúa poco en este tema, que nadie termina de abordar directamente.

Estoy de acuerdo con esa percepción, porque es la misma que tengo yo. De entrada, hay un órgano, en el que yo participaba, que no se ha vuelto a convocar desde hace muchos años, que es el Observatorio contra la violencia, la intolerancia y el racismo. Su misión es observar la situación, servir de elemento complementario y hacer informes de lo que está pasando. Entiendo que tanto la Liga como la Federación son las que están tomando iniciativas en este campo, pero no puede ser que el Estado, como máximo responsable, se sitúe en una posición pasiva ante el tema y dejar que en una competición privada pero que presta un servicio público, como es el deporte, sean los que vayan marcando la dinámica de las controversias en estas situaciones. No se está actuando con el debido rigor y sería sencillo, porque no se trata de castigar al club por todo lo que hacen los espectadores. Hay que focalizar bien de quién es las responsabilidad y a veces esta la tienen exclusivamente los espectadores, otras la tienen los clubes y otras la tienen ambos. Da la impresión de que por no perjudicar a los equipos se están permitiendo comportamientos de espectadores que no corresponden.

El Gobierno dice que el Observatorio no se reúne desde 2010 porque quiere evitar duplicidades con la Comisión Estatal contra la violencia y el racismo, que ya asume esas funciones. ¿Le convence el argumento?

En modo alguno. El Observatorio está marcado por la ley y lo que tienen que hacer es cumplirla. La Comisión tiene una función distinta. Está encargada de valorar si hay conductas que son sancionables o no. El Observatorio tiene otra misión, que es emitir informes, observar y ser un elemento coadyuvante a la Comisión Estatal. No son antitéticos. El que lo presente así es que no se ha leído la ley. Es un organismo que dentro del ámbito de la Comisión Estatal y de todas las peticiones que marca la ley es necesario. La culpa de que haga tanto tiempo que no tiene actividad es de los distintos responsables del deporte que ha habido en estos últimos años, y ha habido de todos los colores. Desde los meses últimos de Zapatero, pasando por Rajoy y actualmente por Sánchez. La dirección del Consejo Superior de Deportes es la que tiene la potestad de convocarlo.

¿No deberían solidarizarse más los compañeros con los futbolistas que sufren estos episodios? A veces, en lugar de ponerse de su lado le dicen que se calme y que siga jugando como si no pasara nada.

Los deportistas deberían tener un primer deber ético, que es solidarizarse con la víctima de la intolerancia en el campo de fútbol. Y hay que manifestarlo de una manera abierta y clara frente a los que están siendo ofensivos contra ella. El ataque contra uno de los compañeros es un ataque contra todos. Este es el mensaje que hay que dar porque estamos hablando de derechos fundamentales de las personas y una persona que ve cómo están violentando sus derechos tiene que recibir el apoyo de sus compañeros y del conjunto de público. Lo que se merecen los que gritan e insultan es un reproche social del resto del público, en forma de abucheo o como sea. Esas ofensas no pueden tener ningún eco ni admisión.

Es que parece que da miedo suspender un partido, que el espectáculo debe continuar por encima de todo.

Eso es un error flagrante. La suspensión de partidos se contempla en la legislación. En otros países se hace y es una medida correctiva muy pública. A un campo se va a comportarse cívicamente y no a transgredir los derechos fundamentales de las personas. Estamos hablando de ofensas a la dignidad humana, de un daño a la intimidad moral. Es algo muy serio e incluso podría tener hasta repercusión penal. Con esto no quiero decir que haya que llevar a todo el mundo a un juzgado, pero el daño a la dignidad humana, la ofensa a la integridad personal, está contemplada en el artículo 173 del Código Penal. Y si estas personas no se dan cuenta del daño que hacen, para eso está contemplada la suspensión de los partidos. Ya somos todos muy mayorcitos para saber respetar al prójimo. Y una educación democrática, cívica, éticamente aceptable para la convivencia, pasa por respetar a la otra persona. Y no ser tan sinvergüenzas que, en la grada, desde el anonimato y de manera colectiva plantear esa indecencia buscando la impunidad.

¿Quién está fallando más en este tema? ¿Los clubes, los árbitros, los organismos deportivos, el Gobierno…?

Yo creo que la cuota está repartida entre todos. Lo que no se puede hacer ante un problema es ponerse de perfil ni mirar hacia otro lado ni asumir cierta indiferencia ante los hechos, ni permitir la soledad de la víctima. Yo la vivo muy a menudo porque mi trabajo es estar al lado de las víctimas de la violencia y la intolerancia, y esa soledad hay que combatirla. Y no solamente con gestos, palabras y solidaridades a posteriori, sino en el momento que ocurre tiene que saber que no está sola. Lo que no puede ser es que el agresor se arrope con los colores de un equipo. No es aceptable.

¿Cree que llegará el día en que las gradas de los estadios estén libres de este tipo de sucesos?

La lucha contra la intolerancia y el racismo es una lucha permanente en la historia de la humanidad. Por lo tanto, yo veo muy difícil su erradicación de manera absoluta. Pero creo que podemos reducir al máximo el impacto de este tipo de conductas. Eso pasa por hablar de ello, cuestionarlo y exigir la aplicación de políticas y medidas. Los políticos deben ser conscientes de que tienen que intervenir. Para combatirlo tenemos herramientas jurídicas y tenemos instrumentos de conciencia, como pueden ser los medios de comunicación. Siempre digo que cada vez que hablamos de ello le metemos un gol al racismo y la intolerancia. Y el principal instrumento debe ser la determinación. El decir no a este tipo de comportamientos.

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