Esteban Ibarra

Movimiento contra la Intolerancia, por los Derechos Humanos

Europa frente a la Xenofobia

Se veía venir el tsunami xenófobo y eso que aún no ha llegado lo peor. Preocupante, inquietante, alarmante… y todos los calificativos al uso se han dado como titulares en la práctica totalidad de los medios de comunicación europeos. ¿Acaso les ha sorprendido? ¿Dónde están los analistas y la prospectiva? ¿Creen que su crisis y el austericidio no iban a alimentar el monstruo de las mil cabezas que supone la intolerancia con la xenofobia por bandera? Se podrían realizar mil preguntas pero debemos de ir a los hechos y estos son tozudos como la realidad misma. La xenofobia política ha triunfado en Francia, Gran Bretaña y Dinamarca; ha obtenido buenos resultados en Grecia, Hungría, Holanda, Bélgica y Austria. También Alemania tiene su doble lectura pero lo llamativo es que el partido heredero de Hitler obtiene su primer eurodiputado, configurando el NPD, Amanecer Dorado en Grecia, Attaka en Bulgaria y el Jobbik de Hungría, la punta de acero neonazi de una cabeza de lanza muy ancha donde el Frente Nacional francés arrasó en el país de las libertades. ¿Se necesitan más señales? Ah! Y España tiene sus circunstancias y particularidades (a analizar en otro texto), pero no vive de espaldas al tsunami xenófobo que no viaja solo, arrasa en compañía de la homofobia, la intolerancia religiosa y otras manifestaciones de rechazo, irrespeto y desprecio al “otro”, al diferente, a la diversidad humana y el cuestionamiento de los derechos humanos.

La deshumanización emerge en Europa. Tiene múltiples caras que ponen en cuestión los valores democráticos sobre los que se ha estado construyendo el edificio europeo. Aún no están enterrados los episodios del horror del nazismo y el fascismo, y su recuerdo supone un apoyo e impulso a esa nueva ultraderecha que emerge con raíces de un pasado que vuelve al son de marchas con antorchas, persecuciones a gitanos, brotes de violencia antisemita, intolerancia xenófoba, incendio de mezquitas, negrofobia, rechazo a la libre orientación sexual, y sobre todo crímenes de odio, asesinatos alimentados por rechazo al diferente. No solo se daña la igualdad, se ataca la dignidad intrínseca de la persona, el valor en sí de los seres humanos; es un retorno a las jerarquías que ya blandiera el “Instituto para la Higiene Racial” del nazismo, aunque esta vez, con mas sutileza, de la mano de un victimismo ultranacionalista que no es más que neofascismo maquillado en torno a diferentes ropajes con los que concluyeron electoralmente: Alianza Europea por la Libertad, liderada por el FN francés de Marine Le Pen y el Partido de la Libertad holandés de Wilders; Alianza Europea de Movimientos Nacionales, liderada por Amanecer Dorado griego de Nikos Mijaloliakos y por el Jobbik húngaro de Gabor Vona; Movimiento por la Europa de las Libertades y la Democracia, liderado por el UKIP de Nigel Farage y otros.

En torno a estos “demócratas de toda la vida”, que levantan por bandera la libertad, se aglutina una potente corriente NEOFASCISTA que explota con gran manejo goebbeliano las contradicciones de un sistema que no respeta los derechos humanos. Su propaganda despliega una tetralogía basada en justificaciones simplistas, donde la eurofobia y el nacionalismo excluyente es la respuesta a esta Europa de la oligarquía gobernada por la “Troika”, donde atizan el descrédito de la democracia y de sus instituciones, pero sobre todo de sus valores, blandiendo la corrupción como arma de ataque, donde la multiculturalidad, la libre orientación sexual y la libertad religiosa es negada desde presupuestos identitarios y donde a la crisis y el paro oponen el ”preferencialismo” que viola el principio de igualdad de trato con una radical medicina xenófoba, pidiendo acabar con la inmigración. A partir de ahí, promueven su otra crisis, más allá de la económico-financiera y sistémica…., una crisis integral que nos retrotrae a los años 30, recuperando muchos postulados del nazi-fascismo pero sin correajes y camisas pardas, con traje y sonrisa, aunque algunos no se cortan y proclaman abiertamente el camino a seguir hacia un Nuevo Orden. Todo ello sin olvidar otros muchos inframundos de integrismos religiosos filofascistas que se desarrollan con escaso freno. La Europa de la Intolerancia nos amenaza.

Los resultados electorales son más que inquietantes, ya sea en la vecina Francia, Gran Bretaña o en los países escandinavos, bien en Austria, Italia o Países Bajos, como en las preocupantes situaciones de Grecia y Hungría, o el destape alemán. El escenario en general, muestra el avance de la extrema derecha en las elecciones europeas que rubrican los anteriores resultados locales y nacionales, el escenario comienza a ser muy difícil, especialmente para los colectivos víctimas de odio, discriminación e intolerancia. Merece la pena significar la vergüenza que supone o debería suponer para Europa la presencia de partidos neonazis como el griego Amanecer Dorado con fuerte representación en el Parlamento y con un activismo violento hacia inmigrantes y otras minorías; o el húngaro Jobbik que desfila uniformado por las calles y las milicias que atacan a gitanos, además de defender en el parlamento que todas las personas de origen judío deben ser fichadas y registradas por “razones de seguridad”. No digamos el NPD que se ha intentado ilegalizar por su vinculación con la política de continuidad de la Alemania de Hitler y no se ha podido judicialmente. Y estos no son hechos aislados, obedecen a un patrón de intervención estratégica donde la alargada sombra del nazismo, alimentada por intereses poderosos, sale del subsuelo, si es que alguna vez lo estuvo, influyendo y asustando a los partidos democráticos que con un liderazgo débil corren a modificar sus políticas aceptando sus postulados y ahondando el problema en esta Europa que vive una crisis sistémica.

El crecimiento de la intolerancia en el discurso público, en las políticas hacia la inmigración y las minorías étnicas y sociales, la expansión del populismo xenófobo en Europa, así como la emergencia de una criminalidad basada en el rechazo y negación de la diversidad, no son sino los síntomas de una triple crisis en Europa cuyos pivotes tienen en lo económico, uno de los mayores desastres financieros de la historia; en lo político-institucional, el descredito de sus gestores alimentado por la corrupción, el despotismo antidemocrático y la construcción institucional en desafecto con la ciudadanía; en lo social, el desmantelamiento de los “estados de bienestar” puestos en pie tras la II Guerra Mundial eliminando importantes conquistas sociales y ciudadanas. Sin embargo no se debe mirar a Europa al margen de lo que está pasando en el Mundo, eso sería un eurocentrismo que nos oculta que vivimos una realidad con más de medio centenar de guerras por el poder y los recursos, el atesoramiento de los más ricos en contraste con el hambre y miseria de millones de los más pobres o el incremento de la intolerancia criminal que se extiende por todos los continentes.

Además se observan con nitidez posiciones planetarias contrarias a la globalización de los derechos humanos y de los valores democráticos que coinciden con un resurgimiento de integrismos y totalitarismos a gran escala que amenazan con dar al traste las conquistas democráticas y sociales de la historia de la humanidad. Estamos ante la Mundialización del Odio, realidad que se evidencia por sus frutos, desde el racismo y neofascismo en occidente, hasta los fanatismos religiosos y terrorismos integristas en otras latitudes. Así lo ha señalado en reiteradas ocasiones la Asamblea General de Naciones Unidas, especialmente frente al neonazismo en la resolución de 20 de diciembre de 2012, destacando “la importancia de cooperar estrechamente con la sociedad civil y los mecanismos internacionales y regionales de derechos humanos a fin de contrarrestar eficazmente todas las manifestaciones de racismo, discriminación racial, xenofobia y formas conexas de intolerancia, así como a los partidos políticos, movimientos y grupos extremistas, incluidos los grupos neonazis y de cabezas rapadas y los movimientos similares de ideología extremista”.

La mundialización, el desarrollo de las comunicaciones (Internet), el mercado económico y laboral planetario, y otros factores globales han generado un escenario favorable a la xenofobia, buque insignia de las distintas encarnaciones de Intolerancia; la dualidad ambivalente de las migraciones, su necesidad y rechazo a la vez, han vuelto atrás la historia alimentando la “cosificación” de las personas. El inmigrante simplemente es mano de obra, un recurso productivo, no es un ser humano con atributos radicados en la dignidad de las persona. Sencillamente cuando se le necesita se obtiene, ya sea regular o irregularmente, con control de flujos migratorios o sin ellos, con integración o marginación, con apoyo al desarrollo de su país de origen o con su abandono a la miseria. Y cuando no se necesita, pues que se vaya, se le anima a marcharse, se le expulsa, deporta e incluso se le convierte en criminal, y que no entren, ahí están las aguas de Lampedusa o el Estrecho como cementerios de miles de seres humanos, y por si acaso las concertinas en las vallas, y si no es suficiente, como dijo un líder ultra italiano, sacamos a los buques para bombardear pateras, o las recientes declaraciones de Jean Mari Le Pen, capaz de “solucionar el problema de la inmigración en tres meses con el virus del Ebola en Africa”. La intolerancia xenófoba es el gran instrumento, peligroso instrumento, que abre puertas y camino de forma terrible a otros acompañantes de la intolerancia generalizada. Racismo, xenofobia, antisemitismo, islamofobia, antigitanismo, homofobia, neofascismo, negrofobia… no es solo patrimonio de todo el continente europeo, también se globalizan porque la Intolerancia amenaza al Mundo.

Esteban Ibarra
Presidente de Movimiento contra la Intolerancia

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